Gral. José de San Martín

La figura del Gral. Don José de San Martín, representa, entre otros símbolos, el coraje, el compromiso, la valentía, la libertad e independencia alcanzada por regiones de Latinoamérica antes dominadas política y económicamente por España y otros países colonialistas como Portugal e Inglaterra. Se trata de una de las figuras más destacadas de entre las que emergieron en la época de los movimientos y batallas independentistas. El repaso por su vida, sus metas, convicciones e ideales resultan hoy fundamentales para apreciar de manera completa y compleja a este personaje histórico que cuenta entre sus logros —junto con el protagonismo alcanzado en las batallas libradas en los inicios del s. XIX— con el paso por la gobernación de Cuyo.

José Francisco de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, actual provincia de Corrientes y lugar donde su padre, Juan de San Martín, cumplió con el cargo de Teniente Gobernador entre 1774 y 1781, cuando la región era considerada el mayor centro ganadero de la región. Fue esta provincia donde San Martín dio sus primeros pasos. A los pocos años, toda la familia se trasladó a Buenos Aires, pues el Virrey había dispuesto al padre de San Martín un nuevo cargo y misión: instruir a los oficiales del batallón de voluntarios españoles. En 1783 regresaron a España, para entonces, el padre había pedido el permiso para volver a su país natal, allí lo nombraron en un nuevo cargo y San Martín, a sus ocho años, ingresó al liceo, donde se instruyó en distintas áreas como latín, geografía, matemáticas, historia, esgrima, pintura, retórica, etc.

 

San Martín, libertador

Tan vasta fue la participación de San Martín, que una vez lograda la independencia del Río de la Plata, su misión se expandió y dio aportes indispensables para las independencias de Chile y Perú, lo cual incluyó el cruce de la Cordillera de los Andes.

En 1824 el Libertador se embarcó a Europa para asegurarle una buena educación a su hija. Allí, siguió trabajando para asegurar la Independencia.

Murió un 17 de agosto de 1850 en Boulogne-sur-Mer, luego de pedir que dieran descanso a su corazón en la Ciudad de Buenos Aires, voluntad que fue cumplida en 1880, cuando el presidente Avellaneda recibió sus restos traídos desde Francia.

Fuentes consultadas:

 

 

 

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